Levantarse y acostarse viendo la pantalla de nuestro teléfono móvil. Compartir compulsivamente en las redes sociales lo que hacemos, sentimos y comemos sin el menor pudor. Atender a las notificaciones de los servicios de mensajería a la velocidad del rayo. Estamos tan apegados a nuestros dispositivos que, en ocasiones, sobrevivir sin ellas se convierte en una quimera.
¿Exageración? No mucha. Según algunos estudios cada usuario dedica más de cuatro horas al día a mirar pantallas y, como promedio, enciende su teléfono inteligente 150 veces al día. La sociedad, a todas luces, se encuentra en un momento de hiperconsumo de las nuevas tecnologías que ha generado dependencia, ansiedad y falta de gestión del propio tiempo de uso de estas plataformas. El futuro no es lo que era.
Como antídoto a esta adicción compulsiva, se está popularizando la práctica de la desintoxicación digital. ¿Qué es este detox tecnológico? Se trata de una pausa, de un descanso para abstenerse del uso de dispositivos conectados a internet por un tiempo definido. Es una buena oportunidad para regular nuestros niveles de estrés, enfocarse en la interacción social cara a cara y reconectar con la naturaleza, la de verdad.
Nos pasamos más de cuatro horas al día mirando pantallas y encendemos nuestro teléfono unas 150 veces al día
La duración de este ayuno digital depende de lo que establezcamos y, cómo no, de nuestra fuerza de voluntad (imprescindible para terminarlo con éxito). ¿Qué tal si nos ponemos con ello durante un fin de semana para avanzar a una semana de vacaciones y terminar con un mes libre? Los resultados son más probables si nos ponemos a ello en tiempos libres de trabajo y estudios. Así nuestra vida cotidiana no se resiente.
Dicho así suena fácil, pero la práctica resulta mucho más complicada. Lo más aconsejable es ponernos en el camino de una desintoxicación progresiva. Se puede empezar poco a poco, con acciones como no revisar nuestras redes sociales durante unos días o comer e ir al baño sin la compañía del móvil. Como quién quita la ocasión, quita el pecado… no está de más alejarnos de nuestro arsenal tecnológico.
Como cualquier batalla, la desintoxicación digital está sujeta a reglas. Nos resultará de muchísima ayuda imponernos normas sencillas que cumplir como, por ejemplo, apagar el teléfono al llegar a casa o establecer horarios en los que esté permitido chequear nuestras redes y el correo. Si además reforzamos esta conducta con algún pequeño premio, nos ponemos en el buen camino. Eso sí, el mejor refuerzo con el que podemos contar son buenos compañeros que cooperen con nuestro esfuerzo. Si compartimos este reto con amigos, familiares y pareja no nos sentiremos tan solos ante la tentación.
Nos resultará de muchísima ayuda imponernos normas sencillas que cumplir como, por ejemplo, apagar el teléfono al llegar a casa
¿Y con qué llenamos este hueco? ¡Con la vida real! ¿Por qué no retomar pasatiempos arrinconados por nuestro yo digital? Cosas como leer (en papel, claro), hacer yoga, cocinar, practicar algún deporte o, simplemente, charlar con aquellos que nos quieren son delicias que nos esperan para dejarnos satisfechos. En resumen, volver a disfrutar de la vida más allá de nuestras pantallas.
